OPINION

El hombre que renació en una guerra

Una de mis primeras ocupaciones en la vida fue la de vendedor de libros del Círculo de Lectores. Creo que tenía 17 años o así. Un amigo del barrio me pasó las fichas de los clientes y el reglamento: tenía que visitarles, tomarles nota de sus pedidos y llevarles los libros.

A esa edad, yo no había leído muchos libros (en contra de lo que decimos ahora los que tenemos más de 50 años, que idealizamos nuestra juventud). Y fue gracias a ese trabajo que empecé a familiarizarme con muchos autores. Algunos los leí. De otros sólo memoricé el título de sus obras.

En 1985 o en 1986, no me acuerdo bien, hice un reportaje a una empresa editorial llamada Grüner und Jahr (G+J). Trabajaba yo en Actualidad Económica (el director es mi vecino de blog aquí en lainformacion.com), y me fui a entrevistar a la persona que llevaba los negocios de esa empresa alemana en España. Se llama Carsten Moser. Me explicó este alemán que G+J era parte del grupo Bertelsmann, y me desgranó las ideas conservadoras y sociales del fundador, Reinhard Mohn. Su empresa no cotizaba en bolsa pero era de las más importantes de Alemania, de Europa y del mundo: tenía revistas, sellos editoriales y muchas cosas más. Había surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial pues su fundador era un gran emprendedor y un optimista temerario.

Recuerdo que al salir de aquel edificio me volví como la mujer de Lot, y me dije: "Me gustaría trabajar aquí un día". Después de aquel juramento, no me convertí en sal.

Muchos años después, en 1999 empecé a trabajar en esa compañía. Estuve allí seis años y no me arrepiento de nada. Cumplió las expectativas y hasta pude conocer de lejos a Reinhard Mohn, el gran patriarca.

Reinhard Mohn era uno de los seis hijos de un alemán que seguía llevando la empresa familiar. Su tatarabuelo, Carl Bertelsmann era un litógrafo que fundó la compañía en 1835. La empresa prosperó pero en la crisis de 1923, cuando la hiperinflación sacudió Alemania, redujo su plantilla de 84 a 6 personas. Luego se recuperó y en 1939, poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, ya empleaba a más de 440 trabajadores.

Reinhard tuvo que ir a la guerra. Y fue este hecho dramático el que le aportó valores que conservó y aplicó en su vida. Y descubrió muchas cosas dentro de la penuria. Reinhard Mohn era teniente, y deseaba estudiar ingeniería una vez terminase la guerra. Nunca iría a la universidad porque une herida de guerra le llevó a otra "escuela".

Estaba combatiendo con su unidad del Afrikakorps en Túnez cuando fue herido gravemente. Las tropas norteamericanas se acercaron a tomar su posición, y un soldado yanqui le vio. Reinhard pensó que era hombre muerto porque lo normal era disparar contra los prisioneros antes de que huyesen. Reinhard no tenía la intención de huir, pero confió su alma a la suerte. El soldado americano no le disparó sino que se acercó a sanarle y le bajó a hombros de la colina donde estaba malherido. Eso le hizo pensar a Mohn en el valor de la confianza. Se dio cuenta de que había algo intangible que definía el valor de los humanos y que se llamaba confianza. Fiabilidad. Trust. Vertrauen.

Una vez recuperado, Mohn fue trasladado a un campo de concentración en Kansas, el campo Concordia. Allí estuvo tres años, pero vaya qué tres años. Aprendió inglés y además management. Mohn reconoce que descubrió que los americanos habían convertido la gestión de empresas en una ciencia, lo cual fue una sorpresa para él. Sobre todo aprendió ese principio muy del viejo oeste: los obstáculos te sirven de inspiración para encontrar nuevas oportunidades.

Cuando terminó la guerra, Mohn regresó a su país. Las imprentas de Gütersloh estaban machacadas por los bombardeos, pero nadie contaba con que la moral, y la confianza en sí mismo que Mohn había reconstruido en un campo de concentración, fuera la mejor energía para levantar de nuevo a la empresa. Y así lo hizo.

Hoy Bertelsmann es un conglomerado con 100.000 empleados. En España lo conocemos por sus revistas excelentes como Muy Interesante, Cosmopolitan, Marie Claire, Mia, Ser Padres, Geo. Es además accionista de Random House Mondadori. Tiene el Círculo de Lectores, que se ha  convertido en un medio de expansión cultural inigualable. Tiene la mayor imprenta de España, Eurohueco y Printer, y en fin, es uno de los cinco grupos de comunicación más poderosos del planeta.

Mohn recibió en 1998 el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Vivía confinado largas temporadas en las Baleares. Y cuando hablaba o se expresaba públicamente, siempre ponía el acento en algún detalle olvidado de los negocios como los excesivos bonus y compensaciones de los ejecutivos, que él criticaba mucho. Creía en un modelo de empresa contrario a lo que está de moda ahora: todos los empleados y los ejecutivos debían ser una piña. Mohn creía que los empleados debían de tener acciones. Eso creaba lazos de confianza. Nunca sacó su empresa a bolsa, algo insólito en la era de los brokers.

Cuando estaba en activo y para dar ejemplo, Mohn solía comer periódicamente en el comedor con sus empleados. Era austero y frugal.

Murió el 3 de octubre pasado. Tenía 88 años. Yo me enteré ayer.

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