OPINION

Jaime Botín es más feliz que Emilio Botín

En 2004, Jaime Botín hizo las maletas y dijo "adiós a todo eso": adiós al banco más poderoso de España, adiós a la tradición financiera, adiós a las cuentas de resultados. Después de 40 años abandonó su puesto en el consejo del BSCH, hoy Santander, el banco más poderoso de España e Iberoamérica (y parte de Europa).

Y se dedicó a la filosofía y a la mar.

Una amiga mía especialista en bancos (Eva Contreras) escribió una de las escasas biografías de Jaime Botín y la tituló: "¿Banquero por error?". Allí contaba lo que le contaron: "Jaime quería disfrutar de la vida y le fastidiaban las innumerables reuniones del banco".

Es licenciado en Derecho y Económicas, pero un día descubrió la Filosofía. Lo suyo venía de lejos. Jaime Botín asistía a clases de filosofía desde hacía muchos años. No es que la filosofía le ayudara a escapar de sus demonios interiores, sino que le permitía saber cómo se llamaban esos demonios, definirlos, darles nombre. Bueno, filosofaba y navegaba, en su velero Adix, diminutivo de Adela, su mujer. Navegaba y filosofaba,  y de esta forma cumplía con el ideal griego de la paideia, la fomación total: contacto con la naturaleza, contacto con el interior.

Jaime Botín además es un amante de los libros de física y matemática (lo mismo que Miguel Boyer).

Ahora, junto con varios amantes del saber, Jaime ha sacado un libro titulado "Apología de lo inútil" (Avarigani Editores). Es un libro forrado en tela y de tapa dura, impreso en papel couché y salpicado de fotografías. "La filosofía es una mirada sobre lo inútil", dice el prólogo, "carece de resultado". Y ese es el proyecto que quiere encender este primer libro de Avarigani (que en swahili es la forma de responder a un saludo). Quieren llevar la filosofía, esa ciencia inútil, "a la mente de muchos profesionales y personas, generalmente sepultados en el mundo de lo pragmático".

El artículo de Jaime Botín se titula "Elogio de lo inútil". Dice que utilidad y valor no van unidos, y añade que en la antigüedad, lo propio de los hombres libres no era atender a la subsistencia ni dedicarse a la producción de cosas útiles, "para eso estaban los esclavos". El ideal consistía dedicarse a "la vida contemplativa, a las artes, y sobre todo, al más alto ejemplo de lo inútil, y al tiempo placentero: al diálogo amistoso, que es lo que practican los dioses olímpicos que disponen de todo el tiempo necesario puesto que son inmortales y, además, sabios, no como el hombre, que es ignorante".

Deduce Jaime Botín que "lo inútil es lo único que tiene verdadero interés, lo único que puede colmar nuestras aspiraciones de creatividad, de belleza, nuestros ideales de valor y de virtud". Es más, añade que, gracias a lo inútil, se producen las grandes obras de la humanidad y pone como ejemplo que Einstein dio con su fórmula sobre la relatividad cuando descansaba de su labor diaria en una oficina de patentes en Suiza.

Estoy totalmente de acuerdo pero para dedicarse al inútil placer de pensar, hay que tener la supervivencia asegurada. Y con el 25% de Bankinter, y sus otras inversiones financieras, Jaime Botín tiene un escudo de oro para protegerse de las inclemencias de la crisis. Los esclavos en Grecia trabajaban porque si no morían de hambre.

Mi hermano mayor, que es filósofo, artesano relojero y médico-estomatólogo, afirma que la crisis actual es una crisis de lo superfluo: lo que nos fastidia es que no podemos tener eso que nos da tanto placer en la vida. Es decir, hoy no moriremos de hambre ni de enfermedades porque el Estado nos acogerá en último término; pero el suplicio consiste en no darnos "pequeños placeres", cosas superfluas e inútiles como unas cañitas, una ración de calamares, un viajecito...

De todos modos, estoy seguro de que Jaime Botín es más feliz que su hermano Emilio: tiene fortuna, tiene la fortuna de poderse dedicar al "wandering" y al "thinking", y así se evita estar enganchado al día a día de su grupo bancario. Cuando yo estudiaba filosofía, los maestros me enseñaron que las fábricas y los talleres en la antigua Grecia se llamaban ergasteriones, y que al pasar la palabra a Roma, acabó siendo tranformada en "ergástula", sinónimo de "cárcel". De modo que nosotros (su hermano Emilio entre ellos), estamos metidos en nuestras ergástulas para ser útiles a la sociedad, sin darnos cuenta de que lo que nos produce más placer es seguramente lo más inútil.

Me llama la atención que al final del libro, cuando aparecen los colaboradores y sus biografías, las más modestas pertenecen a los que han llegado más lejos en la vida profesional: Jaime Botín firma como "Alumno de la Escuela de Filosofía". Y Santiago Eguidazu, presidente de la firma de brokers N+1, dice lo mismo.

Por cierto: la editorial avarigani está en internet (www.avarigani.com) y allí aparece colgado un comentario al libro "Apología de lo inútil", realizado por Diego Sánchez Meca, catedrático de Filosofía de la UNED, experto en Nietzsche, mágico divulgador, autor de muchos libros, y uno de los mejores profesores que he tenido en mi vida, con el que tengo pendiente una tesis doctoral.

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