OPINION

De los jeroglíficos a Twitter: por qué no hemos cambiado en miles de años

Si uno se pone a leer libros sobre la evolución del lenguaje y el nacimiento del alfabeto descubre dos cosas sorprendentes: primero, que la humanidad inventó el alfabeto porque empezó a escribir mal. Mejor dicho, rápido. Así ganaban tiempo y ahorraban dinero. Y segundo, que escribimos y leemos hoy los contenidos de internet para ahorrar tiempo y dinero.

En principio, hace seis mil años o así, los mercaderes sumerios redactaban en las tablillas de barro las deudas y los cobros, y lo hacían imitando figuras animales o humanas, y luego, palitos como los que se usan para contar.

Aquellas cabecitas se convirtieron en letras, y los palos en números. ¿Qué los impulsó? Ganar tiempo. Para explicarlo mejor, hay que estudiar lo que sucedió con los jeroglíficos egipcios. Cuando Napoleón conquistó Egipto, sus soldados se encontraron en Rosetta una piedra que estaba escrita en tres alfabetos: egipcio sagrado, demótico y griego.

[caption id="attachment_1557" align="aligncenter" width="678" caption="La piedra Rosetta era como pasar de la Biblia a Twitter."][/caption]

Unos  estudiosos llamados Thomas Young y Jean-François Champollion se pusieron a escrutar la piedra por separado y descubrieron que decía lo mismo, pero en tres alfabetos. El griego se podía entender. El demótico y el hierático, nada. Pero estableciendo relaciones con el griego, dedujeron el significado de los jeroglíficos y del demótico.

Lo interesante está en el demótico, pues da las claves de por qué triunfa nuestra forma de leer y escribir en internet.

El demótico era en realidad la escritura deformada de los jeroglíficos. Era la forma vulgar de escribir, la popular, pues decía lo mismo con menos cariño, a la carrera, igual que hacen los médicos de hoy cuando redactan una receta que sólo entienden los farmacéuticos, nuestros Champollion de hoy. Por ejemplo, lo que en egipcio hierático se escribía con un montón de glifos hermosos y bien elaborados como ojos, águilas o escarabajos, en demótico eran sólo unas rayas. Escribiendo en demótico, los egipcios ganaban tiempo y expresaban lo mismo. Escribir en hierático era muy artístico, pero se tardaba mucho en esculpir cada glifo.

La evolución del alfabeto se ha debido a la necesidad de ganar tiempo, de decir más cosas con menos trazos. Lo mismo ha pasado con la evolución de los números.

Los numerales griegos eran simplemente sus letras en mayúsculas o minúsculas, esto es, alfa, beta, gama, omega, ypsilon, y todas esas letras puestas unas encima de otras creaban operaciones matemáticas.

Los numerales romanos también se tomaron del alfabeto pues usaban el I, II, II, IV, V, X, L, D y M.

Las operaciones matemáticas eran un frenesí porque había que computar acumulando esas letras en multiplicaciones y divisiones como quien construye un edificio de ladrillos. Para los comerciantes era una tortura hasta que llegaron los árabes.

Los árabes trajeron la nueva numeración, en la cual incluían el cero. No era un invento suyo, sino de los indios, de los antiguos arios que habitaron India, al parecer.

Con la simple combinación de diez caracteres se podían hacer múltiples operaciones y ganar tiempo. Ganar tiempo está asociado a un gasto menor de energía, y a la mejora de la supervivencia de la especie.

De este modo, los eruditos saben que la simplificación y la abstracción han permitido a la humanidad ganar millones de millones de segundos de trabajo. Ha sido un ahorro descomunal, como el ahorro que ahora nos permiten los ordenadores, al hacer operaciones y transcribir palabras en poco tiempo. ¿Cuánto se ha ahorrado en dinero? Incalculable, pero seguramente el alfabeto occidental ha sido el avance que nos ha hecho ahorrar más tiempo y dinero en la historia.

Y llegamos a nuestro tiempo.

Internet y las nuevas tecnologías están dando otro  empujón a esa forma de escribir; siguen su estela. Los jóvenes se envían mensajes de sms usando un código resumido de letras que les hace ganar tiempo. Pueden contar más cosas en el mismo espacio.

Lo mismo sucede con los blogs y el microblogging. Estas formas de comunicación se han disparado porque se cuentan muchas cosas en poco espacio. No lo hacen contrayendo caracteres, como los mensajes sms, sino resumiendo las ideas en pocas frases. ¿Por qué? Por lo mismo de siempre: necesitamos ganar tiempo.

Además internet es como un inmenso mar lleno de peces sabrosos y no queremos perdernos su textura ni su belleza. Como el tiempo es limitado, o mejor dicho, el tiempo da de sí lo mismo que daba hace 4.000 años, nos entretenemos solo en aquello que nos cuenta muchas cosas sabrosas en poco espacio. Que no nos hace perder el tiempo. En el fondo, como dice Luis Vicente Muñoz, internet es el mundo de los impacientes. Yo defino a esa actitud como que nos hemos convertido en unos psiconautas.

Por eso, creo que los que triunfan en las nuevas redes sociales, en los blogs, y en las webs son aquellos personajes que te cuentan muchas cosas en poco tiempo, esto es, en poco espacio.

Los grandes novelistas de nuestra era, los más vendidos, son los que cuentan muchas cosas por página. Por ejemplo, el primer capítulo de Papá Goriot (de Balzac, en el siglo XIX) ocupa 60 páginas y no cuenta casi nada: relata los personajes de la pensión de Madame Vauquer. No hay acción.

El primer capítulo de El Código da Vinci tiene cuatro páginas. Sale lo siguiente: un hombre corre despavorido por el Louvre, alguien le persigue, luego le dispara, pero antes de morir, el que huye hace una figura con su cuerpo para dejar un mensaje. Un asesinato en cuatro páginas.

Si lo escribiera hoy en Twitter le sobrarían 100 caracteres.

¿Entienden lo que les digo?

En realidad, lo que está sucediendo con el lenguaje de internet y con la forma de desenvolvernos en este territorio, viene desde los principios de la comunicación escrita. A todos nos encantaría pinchar y leer muchas cosas en una hora. Por eso, castigamos a las webs que nos hacen perder el tiempo. Usamos lo que se llama el deep linking del que hablaba el jueves Mario Tascón, es decir, vamos directamente a la fuente de la noticia, allí donde se produjo, pues queremos ahorrarnos portadas, sumarios, y hasta banners. No hemos cambiado. De lado de los que construyen contenidos o webs, la eficacia consiste en exponer mucho, muy rápido e ir al grano, sin hacer perder el tiempo al internauta, que ya he dicho que es en realidad un psiconauta.

La segunda revolución de la escritura se ha venido forjando a lo largo del siglo XX y ha culminado en el XXI con la presión de las nuevas tecnologías sobre nuestra forma de escribir. Hay que contar aún más cosas por párrafo. Stieg Larsson es un ejemplo en tres tomos. Twitter, la quintaesencia en 140 caracteres.

Quien se aparte de esta marea, se ahogará en su soledad. Nadie le leerá. Nadie se acercará a él. Y no será por su mal aliento.

Nota: este post es muy largo porque es fin de semana y ¿para qué están los fines de semana? Para leer a gusto.

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