OPINION

Situaciones ridículas de un conferenciante: del pitido del móvil al micrófono estropeado

En charlas, seminarios, mesas redondas y conferencias, siempre se presentan los mismos inconvenientes. He aquí una lista de tropiezos y consejos para afrontarlos.

1. El micrófono no funciona. Primero y principal, los micrófonos en este país nunca funcionan, o lo hacen hasta la mitad, luego pitan y se extinguen. Hay que elevar la voz o estar entrenado para hacerlo. Pero hay algo peor: a continuación viene un señor que se sitúa al lado, detrás o cerca del conferenciante, y empieza a manipular aparatos mientras la charla está en su apogeo. El público se desconcentra. Nadie mira al conferenciante sino que todos están pendientes del desenlace del "hombre que nunca arreglará el micrófono". Este hombre, además, no se corta un pelo pues no le importa pasar delante del conferenciante, ajustarle el pinganillo, probar con un "hola, hola", y seguir el curso de su ineficiente trabajo hasta el final, final que no resuelve nada. En ese caso, hay que detener al hombre especialista en averiar micrófonos y decirle que lo deje, que usted puede sobrellevar ese tropiezo. Lárgelo de ahí lo antes posible o arruinará su charla.

2. Los móviles que no están apagados ni fuera de cobertura. Pueden sonar al principio, en medio o al final de la charla. Pueden hacerlo con música de Metallica, Mozart o con Los Pajaritos. Da igual porque le van a suponer una seria distracción. Para evitar problemas, pida a la audiencia que desconecte los móviles y hágalo usted con el suyo, para que se produzca el efecto imitación. Como siempre entra alguien a la conferencia un poco más tarde, existe el riesgo de que no haya apagado el móvil. Aquí se pueden hacer dos cosas: aguantar como una estatua en caso de que suene ese teléfono, o hacer como el actor Hugh Jackman, que tras escuchar repetidamente un móvil durante una representación teatral en Broadway, detuvo la obra y ordenó a la persona del móvil que lo apagara.

3. Alguien no pregunta sino opina. Detalle español donde los haya, siempre existe alguien que levanta la mano y en lugar de formular una pregunta, se pone a disertar. Lo podemos llamar versión A. Como nunca sabemos si al final hará la pregunta, hay que dejarle un minuto de cortesía. Pasado este minuto, hay que interrumpirle de la siguiente manera: Creo que su pregunta es tal y cual, ¿no? Si el señor responde que no era una pregunta sino una opinión, entonces hay que explicarle amablemente que podemos escuchar su opinión si queda tiempo al final del turno de preguntas. (La gente no ha ido a escuchar a alguien del público sino a usted). La versión B de esta situación es cuando formamos parte de un panel, de una mesa redonda: como ningún panelista quiere hacer el papel de malo, entonces el opinador se siente a sus anchas. Lo único que se puede hacer es armarse de valor, interrumpirle y decirle que no hemos entendido bien su pregunta. Así aplicamos la solución en la versión A.

4. Alguien sabe más que usted. Y de repente, alguien toma el micrófono (si es que funciona), y demostrando que sabe mucho más que usted, hace una pregunta que le pone en un aprieto. Muy fácil: diga la verdad. "No lo sé". Eso es mejor que empezar a decir tonterías, porque esa persona puede repreguntarle y ponerle en ridículo. Eso sí: usted debe prometer que va a estudiar el asunto, y que para la próxima (si la hay) tendrá la respuesta. Hay una versión demoníaca de este personaje que es aquel que pregunta con mala leche. Quiere ponerle en ridículo. No caiga en su trampa. Diga que no lo sabe y acabe el asunto ahí. Pero si usted conoce la respuesta, no se le ocurra responder con cara de malas pulgas. Demuestre siempre elegancia, educación y respeto. La audiencia asentirá y le dará su corazón, aunque la respuesta no haya sido maravillosa.

5. Gente que entra y sale de la sala. Muchas veces, la sala tiene unas puertas ruidosas y la gente entra y sale libremente. Consejo: aguantarse. Hay que aprender a mantener la calma y no perder la inspiración en esos momentos.

6. Cuchicheos. En España no existe el susurro, es decir, cuando alguien comenta cosas en tono muy bajo. La gente lo hace con una voz estruendosa que siempre molesta. Consejo: mirar a la persona que cuchichea, acercarse a ella si la sala y la situación lo permite, o si la cuestión es muy molesta, dirigirnos a esa persona para rogarle que deje de hablar porque está desconcertando al auditorio. En general, no hace falta llegar a esta nivel porque con varias miradas directas suelen callarse.

7. Que levanten la mano... En Estados Unidos la audiencia participa mucho. Les encanta levantar la mano, reír, responder preguntas, y gritar ¡sí podemos! En España, no tanto. Tenemos mucho sentido del ridículo y de la vergüenza. Y si la conferencia es a las nueve de la mañana, decididamente nadie está por la labor. Por eso, no es conveniente pedir al público que levante la mano para responder si tiene coche, o si ha viajado a Japón, o cualquier pregunta del estilo. Sólo hay que hacerlo cuando se percibe que a ese público ya lo tenemos metido en el bolsillo.

Nota: hay que entrenarse para mantener la compostura y seguir hablando en todas estas situaciones. Requiere práctica pero al final es cuestión de oficio.

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