OPINION

Ni papel, ni electrónico: el libro del futuro sólo contará cuentos

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Yvette Mimieux y Rod Taylor en la biblioteca de los discos parlantes.

Una de las películas que me ha impresionado más en toda mi vida ha sido "La máquina del tiempo". Un hombre del siglo XIX inventa una máquina que le permite viajar hacia el futuro. Atraviesa el siglo XX, es testigo de las espantosas guerras, observa la destrucción de la humanidad por las guerras atómicas y por fin aterriza en no sé qué año con muchas cifras.

Rod Taylor (el protagonista) se encuentra allí con un paisaje hermoso: bosques, lagos, ríos, frutos, y un pueblo de chicos y chicas rubios platino. Una de las chicas (Yvette Mimieux) le sirve de guía para entender a esa civilización. Todo es más o menos bello, hasta que un día ella le lleva a lo que fue una biblioteca. Hay libros pero se deshacen en las manos. Están apolillados, consumidos, se hacen polvo. Ella le dice que cuando quieren saber algo, acuden a los discos parlantes (miren la foto).

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Esos discos, como una premonición de los CD o de los DVD (la película es de 1960, cuando no existía ni el PC), se ponen sobre una mesa de cristal, y se los impulsa con los dedos para que giren. Mientras giran, una voz emerge de la mesa y explica el contenido. "Las guerras dividieron a la humanidad en dos: los que se refugiaron bajo la tierra, y los que quisieron resistir en la superficie".

Lo que más me impresionó no fue el disco parlante (en un alarde de predicción futurista, pensé, ¡menuda trola!, eso no va a pasar nunca); lo que me impresionó fue el libro que se hace polvo.

Rod Taylor acude a las estanterías de la biblioteca lleno de emoción, pero casi se echa a llorar cuando observa la destrucción que se produce cuando los toca y trata de pasar sus páginas. Aquel efecto especial, cuando lo recuerdo, todavía me deja consternado. Los libros, el polvo, el conocimiento destruido...

Pero si uno reflexiona bien, en realidad el contenido había cambiado de sitio. O de soporte, como diríamos ahora. Pasó de la celulosa al disquito. Era un audiolibro porque se podía escuchar de la misma forma que hoy escuchamos un CD mientras vamos en coche.

Ese debate es el que ahora está en medio de la escena editorial. ¿Qué va a pasar con los libros? Desde hace años, siempre que llegan estas fechas en las que se celebra el entierro de Cervantes (en realidad murió el 22 de abril) y se organiza el Día del Libro, las editoriales calientan motores para la afrontar Feria del Libro de Madrid.

Y de nuevo veremos la batalla entre papeleros y los electrónicos. Los electrónicos nos tratarán de convencer que el libro electrónico, como los de la película de ciencia ficción, va a determinar nuestra humanidad.

Los "papeleros" tratarán de convencernos de que el viejo tomo de papel del pasado tiene un sitio en nuestro corazón.

Creo que los dos tienen razón. Sigo la pista a los libros electrónicos desde hace varios años, y tengo uno desde principios del año pasado. Leo papel y electrónico. Los dos me parecen útiles. He notado que para viajar (a sitios del presente, no al futuro), me viene mejor un libro electrónico pues puedo cargar muchos libros sin añadir peso.

Pero siento la necesidad de tocar (no oler, lo siento), los libros de papel. Me gusta subrayarlos, manipularlos, doblarlos, someterlos...

No sé si al final todos los libros serán electrónicos o dejarán de existir. Creo que para tener la certeza, tendríamos que viajar en la máquina de la película, y esperar que Yvette Mimieux nos explique cómo la humanidad transmite el conocimiento.

Pero estoy seguro de una cosa que, por cierto, ya se muestra en la película: la voz que sale de la mesa iluminada, nos cuenta un cuento. Es lo mismo que sucedía cuando nos reuníamos alrededor de la fogata ancestral a contar hazañas de héroes y bestias. En eso no vamos a cambiar.

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