OPINION

2010, una odisea en la Bolsa

2001 odisea mono
2001 odisea mono

Cuando tenía trece años fui con mi hermano mayor al cine Ideal de Alicante a ver una película enigmática. Antes de entrar nos dieron un papel que explicaba el complejo argumento. Eso nos estremeció porque imaginamos que no era una película cualquiera sino un cofre lleno de interrogantes. El film empezó con una larga secuencia de monos en una sabana y nosotros quedamos boquiabiertos cavilando cuándo iban a venir las naves espaciales.

Había dos colonias de monos. Un día aparece un monolito negro frente a la cueva de una de las tribus. Los simios tocan la piedra y bailan enfadados alrededor de ella. Poco después, uno de los monos juega con los restos de un tapir y al coger un hueso del animal, se da cuenta de que sirve como arma de destrucción masiva.

[caption id="attachment_2072" align="aligncenter" width="630" caption="El simio descubre un arma de destruccion masiva."][/caption]

Para probar este descubrimiento, los simios de esta tribu se enfrentan a otros simios y los vencen fácilmente gracias a los huesos convertidos en terribles porras. En su excitación victoriosa, uno de los simios vencedores lanza el hueso-arma al aire, este hueso da vueltas y vueltas y se repente se convierte en una nave espacial con forma de hueso. Suena el vals El Danubio Azul de Strauss.

[caption id="attachment_2073" align="alignleft" width="507" caption="Un ordenador se apodera de esta nave."][/caption]

Era el comienzo de "2001, una odisea en el espacio" y, al salir del cine, mi hermano y yo estuvimos debatiendo el significado oculto de tantas metáforas espaciales. Supongo que nuestra pasión por la ciencia ficción llenó nuestra cabeza de extrañas soluciones, pero no encontramos la verdadera hasta mucho más tarde, cuando leímos a Nietzsche y escuchamos Así habló Zaratustra, de otro Strauss. Todo encajaba.

La película tiene muchos contenidos pero uno de los más palpables era la amenaza del dominio de las máquinas. Se iban a apoderar de los humanos.

HAL 9000, la computadora que toma el control de la nave espacial por su cuenta,  no hace caso a las instrucciones de los humanos y por eso lo tienen que desconectar. Pero durante un tiempo, HAL (que muchos interpretaron como una alegoría de IBM pues sus letras son la precesión alfabética de ese acrónimo), es quien manda en la gigantesca nave, y solo la intervención manual de un astronauta muy listo, vuelve a poner las cosas en su sitio.

[caption id="attachment_2074" align="alignleft" width="504" caption="El astronauta listo desconecta manualmente a HAL."][/caption]

Me acordé de HAL 9000 esta semana cuando la Bolsa de Nueva York se volvió loca. Un programa de a CNBC que en ese momento transmitía una tertulia económica, es la muestra de la estupidez de las máquinas, pues los contertulios no logran explicarse que Procter Gamble pase de 35 dólares a unos centavos en minutos. "Las máquinas se han vuelto locas", decía un comentarista.

Al parecer, descartada la tesis de que alguien tecleó erróneamente billions por millions, lo que sucedió fue una rutina mal interpretada por las máquinas. Las bolsas están tan manejadas por las órdenes electrónicas, que se ponen a comprar y vender y nadie las detiene.

No es la primera vez que sucede. La crisis de 1987 se debió a eso precisamente. Los ordenadores comenzaron a insertar órdenes de venta movidos por un bucle infernal y el mercado de Nueva York perdió en pocos días una barbaridad. Resulta que todo formaba parte de unas fórmulas matemáticas implantadas por dos discutibles economistas. Fisher Black y Myron Scholes crearon un constructo matemático para disminuir la peligrosa volatilidad bursátil, pero en lugar de mitigarla, dieron tanto poder a las máquinas que éstas se apoderaron del dinero.

Era como si HAL 9000, en lugar de tomar el control de la nave de "2001, una odisea en el espacio", apareciera por la Bolsa de Nueva York para hacer trastadas. Sería motivo de risa pero la verdad es que no es ciencia ficción. Pasó hace 23 años, pasó hace dos días y temo que volverá a pasar. Jamás pensé que aquella vez que fui con mi hermano a descifrar la película de Kubrick descubriría una analogía con la Bolsa de Nueva York.

Ojalá hubiéramos guardado el papel que explicaba aquel dificultoso argumento. Hoy la película se llamaría "2010, una odisea en la Bolsa".

Por cierto, a Scholes le dieron el premio Nobel de Economía en 1997. Era como si Hollywood concediera el oscar a la mejor interpretación a HAL 9000.

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