OPINION

El fin del tiempo muerto

Cuando mi antigua empresa me dio una Blackberry sentí que había subido un escalón en la pirámide socio-económica. Podía leer mis correos electrónicos a todas horas y podía responderlos. Incluso en el baño. Me di cuenta entonces de que la empresa me había dado un aparato para ser más productivo. Pero también de que ya no tendría nunca más tiempos muertos.

Desde la Revolución Industrial, cuando las máquinas de vapor hicieron más cortos los tiempos entre las ciudades, ningún cacharro había logrado matar los tiempos muertos con tanta facilidad como lo hacen los teléfonos móviles actuales, los smart phones, Blackberies, iPhone y todos ellos.

Trasladarse de una ciudad a otra era desde tiempos de nuestros ancestros una tarea de carretas y caballos. En el trayecto, uno podía soñar, imaginar, pensar, reflexionar sobre su futuro o mirar sencillamente el bosque o la estepa. No se podía trabajar mientras se viajaba. Era un tiempo muerto. Un delicioso tiempo muerto. Los trenes redujeron las fantasías de un día a unas horas.

Los nuevos teléfonos inteligentes y los ordenadores lo reducen a cero. Uno se monta en un un AVE y en lugar de mirar por la ventana y ver pasar a 300 kilómetros por hora cosas tan raras y solitarias como el nuevo aeropuerto Don Quijote, de Castilla La Mancha, o las artísticas escombreras de Sevilla, uno en realidad está conectado y rindiendo. Somos más productivos pero ya no tenemos ese tiempo muerto que usábamos para pensar en nosotros o en la vida. Ya no podemos pasear por un bosque en solitario porque tarde o temprano sonará el móvil. O lo cogeremos nosotros para hacer una llamada.

Se acabó todo eso. No hay tiempo para meditar, ni para leer un libro. Las empresas y nosotros mismos no queremos hacerlo porque mientras más productivos seamos, más dinero ganamos, para la empresa o para nosotros.

Creo que todos necesitamos detenernos en el tiempo para comunicarnos con nosotros mismos. Hay un libro en inglés que se titula "Rapt" (significa algo así como "embelesamiento"), que nos explica la necesidad de dejarnos llevar por las sensaciones, por los sentidos, los olores, los sabores, las imágenes... Formamos parte de la vida y debemos saborearla. Fantasear. Somos animales fantásticos.

Pero no: en lugar de eso, matamos el tiempo asesinando los tiempos muertos.

Mostrar comentarios