OPINION

La última gran lección del Mundial

Sí, Del Bosque es un entrenadorazo, la Roja es una piña, y la celebración con banderas ha despertado la sensación de que esto es un país. Pero el otro día, hablando con mi hermano mayor sobre las lecciones de este Mundial de fútbol, llegamos a la conclusión de que ahí hubo una revolución psicológica que sirve para darnos un repaso de gestión en tiempos de crisis.

Todo el mundo sabía que la selección española desplegaba una técnica y una estrategia que consistía en controlar el balón, pasárselo con las maquinitas de pin ball e ir avanzando sobre el campo contrario con paciencia hasta encontrar la oportunidad de marcar un gol. Los equipos que se enfrentaban a España (excepto Alemania) aplicaron entonces una sola estrategia: cerrar la defensa, esperar un error español y, sobre todo, hacer juego sucio. Patadas, empujones, agresiones… Iban a quebrar huesos, romper ligamentos, pero sobre todo, a derrumbar la fuerza psicológica española.

Hasta entonces, uno de los mayores obstáculos de los deportistas españoles era su solidez psicológica. Se venían abajo en los partidos decisivos porque no mantenían su disciplina mental. Los españoles querían ganar lo antes posible, y cuando las cosas se complicaban, ya daban el partido por perdido. Una nariz rota o una decisión injusta de un árbitro quebraban la moral española. Y el partido ya estaba perdido.

Lo más asombroso de la victoria española en este Mundial es cómo supieron mantener el control psicológico hasta el final, cómo estaban concienciados de que el partido podía durar 90 minutos, más prórroga, más penaltis, y que si había que llegar ahí, se llegaba.

Al parecer, esa indestructible fe mental española ha sido una de las claves de la victoria. Y esa fuerza se ha construido gracias a un equipo de psicólogos deportivos.

En el mundo del deporte, muchos partidos se han dado la vuelta en cuestión de segundos y han derrumbado al que parecía victorioso. Si hay algo que Nadal ha construido bien es su fuerza psicológica en tiempos de crisis. Cuando parece que va perdiendo, remonta y gana.

La selección española de fútbol tenía ese agujero. Ya no. Y eso se ha visto en los partidos del Mundial, especialmente en el último. Les pateaban, les daban golpes de karate en el pecho, les empujaban, les presionaban, pero los españoles seguían a su aire, lo cual tenía un impacto aún mayor en sus enemigos porque pensaban “estos tíos son indestructibles”. Cuando Alonso recibió la patada en el pecho, se quejó lo justo y echó a andar.

Supongo que el entrenador y los jugadores sabían de antemano que todos los equipos iban a desplegar juego sucio: era la única salida. Todos los equipos se estudian en partidos grabados, ven las estrategias, desmenuzan la técnica, y analizan cómo se puede ganar. Cuando las selecciones  mundiales veían la forma de jugar de los españoles, concluían en la misma decisión: a partir piernas, no hay otra salida.

Fue la resistencia psicológica a esas agresiones una de las cosas que más ayudó a la selección a llevarse la copa.

¿Lecciones? Muy sencilla: en tiempos duros, hay que ser duro como el diamante. Resistir, aguantar, apretar los dientes, formar una costra, no dejarse amilanar por las agresiones de la vida, mantener la calma, no perder los nervios, seguir adelante, poner buena cara… Tarde o temprano cae la copa.

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