OPINION

Otra insoportable provocación alemana

Hace dos semanas, el ministro alemán de economía Rainer Brüderle, dijo que el país se acercaba al pleno empleo. Es más, dijo que en algunas zonas del país ya había pleno empleo. Para corroborarlo, el presidente del centro de estudios económico DIW, Klaus Zimmermann afirmó que “la búsqueda del empleo total no es una utopía”.

Esta semana, el Bundesbank certificó esos pronósticos diciendo que en 2010 la economía alemana podría crecer un 3%.

¿Pleno empleo? ¿Crecer un 3%? ¿Pero no estábamos en una crisis? ¿Cómo han logrado estos alemanes salir tan pronto? Bueno, quizá no entraron nunca en la crisis, o no entraron tan profundamente como otros países que no quiero señalar.

Hace un par de meses, tuve un encuentro con un diplomático alemán que me explicó qué había pasado en su país en los últimos 10 años. En primer lugar, en 2000, los empresarios y los sindicatos llegaron a un acuerdo para que los salarios no subieran más que la inflación. Eso, en teoría, supone que los trabajadores pierden poder adquisitivo. Pero la economía es un juego de espejos donde las cosas no tienen que comportarse como parece.

Cuando los salarios se moderan por debajo de la inflación, la inflación misma se modera. Una de las consecuencias beneficiosas es que el coste de hora trabajada en la industria se hace competitivo. Es decir, fabricar un Audi 6 es más barato. Entonces, ese Audi tiene un precio más competitivo en los mercados nacionales e internacionales, y la gente de todo el mundo compra Audis, incluso, a pesar de que el euro es más caro.

Como resultado, Audi contrata más gente.

El último resultado de todo esto, es que en una familia alemana media hay más gente con trabajo, o lo que es lo mismo, entra más dinero. Su poder adquisitivo, en lugar de haber bajado por aquel pacto salarial, ha subido.

En España, el coste de hora hombre ha subido incluso en los años recientes de la crisis, como ha demostrado el economista Ángel laborda. No voy a contar la cadena de pifias que hemos cometido, pero al final nuestros productos son más caros, menos competitivos, las empresas echan trabajadores a la calle y en las familias entran menos salarios. O sea, crisis de caballo.

Pero en Alemania pasaron más cosas: ese país se preparó para la crisis muy pronto; para ser exactos, desde 2007. ¿2007? ¿Es que había crisis en ese año?, se preguntarán algunos.

Vaya que sí: en Estados Unidos ya había estallado la burbuja de las subprime, las famosas hipotecas basura. Cientos de miles de familias dejaron de pagar sus créditos hipotecarios. Ese año quebraron dos fondos de inversión repletos de subprime que pertenecían a un banco llamado Bear Stearns, de modo que tuvo que ser salvado antes de morir. Una de las secuelas fue que en Gran Bretaña quebró Northern Rock, porque este banco se había arriesgado demasiado comprando con productos financieros norteamericanos. Tomen nota: verano del 2007. Aquí la crisis era un bichito muy pequeñito, ¿no?

Pero Alemania, viendo las barbas del vecino arder, aplicó un plan de austeridad a finales de 2007: control del gasto público y estímulo económico. Por ejemplo, el gobierno alemán aprobó ayudar con 2.500 euros la compra de coches, una medida que España tomó más de medio año después.

La crisis a pesar de todo golpeó a Alemania: varios bancos tuvieron que ser intervenidos, y muchas cajas de ahorro, las sparkasse, se vieron envueltas en escándalos porque había invertido en el sistema piramidal de  Bernard Madoff. Pero el paro apenas se incrementó porque el país aguantó las olas de la crisis.

En España, por esas fechas estábamos en la Champions League de las economías mundiales según palabras del presidente Rodríguez Zapatero. No se tomaron medidas ni para hacer trajes.

Ya desde principios del año pasado, la confianza de los empresarios alemanes en la recuperación de su país iba subiendo mes a mes. Y la de los consumidores. Una de las pruebas de esta confianza estaba basada en el sistema del kurzarbeit, la subvención al trabajo. En lugar de despedir a un trabajador, el gobierno pedía a los empresarios que disminuyeran la jornada laboral del mismo, y que el gobierno completaría el sueldo del trabajador. Resultado: los trabajadores no perdieron apenas poder adquisitivo. Tenían confianza en el futuro. Paro en Alemania: nunca superó el 8% de la población activa en los peores meses. Incluso bajó.

Además, el Inem alemán, las arbeitsagentür, aplicando los planes de Peter Hartz, ex director de personal de Volkswagen, había logrado funcionar como una oficina de colocación, y no, como el triste Inem español, como un bar de citas donde la gente lee novelas de Danielle Steele, u oculta el rostro con periódicos para que sus vecinos no les vean humillarse.

En fin, todas estas cosas alemanas parecen una provocación. Crecimiento, empleo, optimismo…. Para los países que todavía no hemos salido de la crisis, es casi una provocación.

Aun así, el gobierno español dice que, basándonos en el modestísimo crecimiento de dos trimestres, ya se puede ver luz al final del túnel. Bueno: seamos sinceros. Si alguien ve luz al final del túnel es que estará mirando por el retrovisor.

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