OPINION

Los controladores han pasado de niños malos a personas creíbles gracias a la comunicación

En febrero de este año, cuando el ministro de Fomento y los controladores comenzaron su batalla campal, la opinión pública se puso a favor de José Blanco, o sea, del gobierno. Los controladores eran los niños malos de la película. Primero, porque ganaban mucho. Segundo, porque nadie les había visto la cara.

Todo empezó en enero de este año, cuando los controladores insinuaron que irían a la huelga en Semana Santa si no se firmaba el convenio laboral. En realidad, los controladores estaban esperando desde hacía años un nuevo convenio pues el actual, a fuerza de prórrogas, no recogía sus demandas. Aunque muchos no lo crean, deseaban racionalizar y ordenar los horarios, pues había muchas horas extra que, por cierto, eran las mejor pagadas. También, muchos de ellos deseaban rescindir su contrato, cobrar una indemnización abultada y retirarse.

En esas fechas, el ministro reconoció que estaba un poco harto de las huelgas de celo y las amenazas,  y lamentó que la navegación aérea estuviera sujeta "al capricho de los controladores".

Insinuó que los salarios eran muy elevados, pero los controladores mantuvieron sus amenazas. En febrero, el ministro José Blanco movió sus peones. Primero, denunció que había controladores que ganaban hasta 900.000 euros al año, que le media estaba en 200.000 euros al año, y que iba a aprobar un decreto ley para meterlos en cintura. También privatizaría AENA (Aeropuertos Nacionales).

La opinión pública le aplaudió, por supuesto, ¡qué barbaridad eso de ganar casi un millón de euros al año! Los controladores incluso se asustaron y desde luego, comprobaron que nadie les apoyaba. "Empezamos perdiendo 10 a cero", comenta César Cabo, el portavoz de los controladores. "Era como enfrentarse al Titanic", añade.

César Cabo y Daniel Zamit, portavoces de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA) reaccionaron usando el único arma que podían utilizar incluso mejor que la amenaza de huelga: la comunicación. O mejor, dicho, la contracomunicación. Tenían que responder con eficiencia al envalentonamiento del ministro.

Contrataron los servicios de una de las agencias de comunicación más caras de este país: Estudio de Comunicación. Se lo podían permitir con sus sueldos. Fundada por Lalo Azcona, antiguo presentador estrella de RTVE, estos profesionales de la imagen (y de la palabra) comenzaron su tarea entrenando a los protavoces sobre qué había que decir, cómo había que decirlo y cuándo. Pero antes de nada, les cambiaron a los jóvenes portavoces la forma de vestir.

No es que vistieran como el arlequín, sino que eran a veces demasiado informales. Les pusieron chaqueta, les enseñaron a tratar con periodistas, les dieron clases de cómo presentarse en público ante las cámaras, les dieron unos cuantos consejos sobre cómo mirar, responder, vocalizar, sentarse... Y se encontraron con alumnos avispados.

Ya fuera en la calle, en el programa La Noria, en debates de televisión, en la radio, o en la prensa, los portavoces Cabo y Zamit comezaron a presentar sus argumentos. Y uno de los más contundentes fue: "¡El ministro miente!", que dejó paralizados a todos.

Se les notaba más seguros y más respondones. Hablaban con seguridad. Negaban que se estuvieran forrando. Contestaron que hubo un solo caso de alguien que llegó a ganar 900.000 euros. Añadieron que se trataba de las horas extra. Y terminaron diciendo que la culpa era de la mala organización horaria de Aena.

Al final, el público empezó a crerse (no a justificar) que los controladores no eran esa cuadrilla de niños pijos, malos  y traviesos. Y hasta el ministro se dio cuenta de que tenía delante a gente peleona. "Ha habido un cambio en Fomento", reconoce César Cabo.

Este portavoz además ha logrado algo que ni se esperaba. Hacerse famoso en las redes sociales. Se han creado grupos de admiradoras en Facebook. Algunas comentaban que les daba igual lo que decía, porque sólo querían escucharle. Bastaba verle ante los micrófonos en la calle o en programas de televisión para darse cuenta de que allí había alguien con gancho popular. Más aún si se parecía a unos de los galanes de la serie "Mujeres desesperadas" (bueno, el galán que hace de fontanero, nada que ver con un controlador). Al lado de José Blanco, el Titanic era César Cabo.

"Hemos equilibrado el partido", afirma ahora Cabo. "A finales de agosto, la opinión pública nos estaba escuchando".

Los controladores han salido satisfechos con el acuerdo logrado hasta ahora con el ministerio de Fomento. El ministro ha bajado el tono de sus filípicas. Los turistas han respirado porque el verano no ha sido un caos aéreo por culpa de los controladores españoles. Los comerciantes y hosteleros se frotaron las manos al ver que se desconvocaba la huelga de agosto.

Las reuniones no han terminado. Pero César Cabo afirma que ahora hay un "clima de negociación".

Al final, si todos salen satisfechos con el próximo acuerdo, se podría convertir en uno de los mejores casos de gestión de comunicacion para las escuelas de negocios a pesar de que César Cabo afirme: "Todavía no entiendo a los medios".

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