OPINION

Inmigración: que el último cierre la puerta, por favor

Cada vez que alguien se muestra preocupado por "el exceso de inmigrantes", siempre se escucha un argumento que parece un martillo: los españoles fuimos inmigrantes en muchos países.

Y entonces, se quedan sin voz aquellos que piden que cerremos las fronteras a los inmigrantes.

Los españoles emigraron en el siglo XV y en los siguientes a América. En principio, se inició la aventura para buscar una alternativa económica a la ruta asiática, bloqueada por la conquista turca de Constantinopla.

En el siglo XIX hubo otra oleada. Y en el XX hubo varias oleadas a ese continente. Las fotos de familias desgarradas por un buque que se alejaba en el mar todavía rompen el corazón.

Los españoles emigraron también a Alemania y a Francia. Y aún hoy día, aunque con menos furor, sigue habiendo emigrantes (o inmigrantes, según el país con que se mire).

Con este curriculum, en teoría no se podría defender ninguna política sobre la moderación de la inmigración.

Pero hay un detalle que a mí me gusta recordar.

¿Alguien ha leído alguna vez noticias sobre las mafias españolas que asolaban Buenos Aires? ¿Alguna vez han escuchado historias sangrientas sobre los andaluces forajidos de Dusseldorf, que robaban bolsos a las ancianas? ¿Han existido las terribles pandillas de navajeros cántabros en Colombia? ¿De timadores catalanes en Chile? ¿Ha habido vascos que asaltaban vehículos en las autopistas de México con el método del falso pinchazo? ¿Existen testimonios de los atracadores de joyerías procedentes de las Rías Baixas que asolaban los comercios de Lima? ¿Tienen en los archivos de la policía venezolana muchas fichas de los sanguinarios extremeños que robaban casas de familias en Caracas?

Que yo sepa no. (Bueno, olvidando la Conquista).

Esa es la primera diferencia que surge cuando se establecen las comparaciones entre los inmigrantes españoles en otros países, y los de otros países, en España.

Empecemos por el fundamento. En lo que se parecen los inmigrantes de todos los países es que a lo largo de la historia salen de su país para vivir mejor. En lo que no se parecen tanto es en la forma que tienen de asentarse.

Todos los años, la policía española realiza un informe sobre el número de detenciones. Y todos los años, al menos en los últimos, el portavoz traga saliva cuando tiene que exponer el origen de los delincuentes: ¿Finlandeses? ¿Suecos? ¿Daneses? ¿Belgas?

Pues no.

Porque esos países son ricos y de ahí nadie sale a pasarlo peor.

Suelen venir de países más pobres: países africanos, latinoamericanos o del este de Europa. Bueno, por lo menos tienen esa excusa, ¿no?

Ahora bien, ¿alguien conoce muchas listas de delincuentes españoles en las memorias de los policías de los países latinoamericanos? ¿De Alemania en los años sesenta? ¿De Francia?

Creo que lo que diferencia a un inmigrante de otro es si sus compatriotas son más o menos honestos. Es verdad que pagan justos por pecadores. Y encima está la presión del hambre, que los convierte en delincuentes. Pero recuerden que los españoles que emigraron en el siglo XX a muchos países del mundo eran bastante incultos por no decir analfabetos. Eran pobres. Tenían hambre. Pero no hay muchos historiales de ellos en las policías de esos países.

Un exagerado número de delincuentes es de origen extranjero. ¿Es eso una declaración racista? No lo es. Los delincuentes más peligrosos, según la policía, vienen de los países del este: caucásicos. Blancos. Ojos azules. Extorsión, trata de blancas, crimen organizado, asesinatos implacables...  Comparados con sus delitos, los que cometen los árabes o los latinoamericanos son de risa.

De modo que no es una cuestión de raza. Es de inmigración sin control.

Desde hace muchos años, la policía afirma que hay una relación muy estrecha entre inmigración descontrolada y delincuencia. Y no es porque España sea un país hostil a la inmigración.

España es un país mucho más acogedor de lo que se piensa. En los últimos 15 años ha asumido la mayor entrada de inmigrantes en términos relativos del mundo: hoy el 12% de la población es inmigrante. Pero, salvo casos bastante aislados, no se han registrado casos de hostilidad tan profunda como en Alemania, Gran Bretaña o incluso Italia o Estados Unidos.

¿Por qué? Porque el sistema social español es uno de los que ofrecen la mejor acogida del mundo. Salud, educación, vivienda. En realmente fabuloso. Pero esto no significa que sea un sistema infititamente generoso, con inmensos caudales de dinero. Tiene un límite.

Por muy abierto que sea un sistema, hay un momento en que debe cerrar la puerta para que ese mismo sistema sobreviva. ¿Cuándo? ¿Cuántos?

Ningún político quiere decirlo abiertamente porque es un asunto que desde el punto de vista social produce quemaduras. Pero alguien tiene que decir en algún momento: por favor, el último inmigrante, que cierre la puerta porque no caben más.

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