OPINION

La reforma laboral contada como un episodio de 'Master and Commander'

russel crowe
russel crowe

El capitán Jack Aubrey había vuelto de Brasil y traía malas noticias para su armador. Le comunicó que el Acheron, buque de guerra napoleónico,  asediaba a la flota real, interceptaba sus navíos, los hundía o los asaltaba, de modo que la ruta con las Indias Occidentales se había convertido en una peligrosa travesía para el HMS Surprise.

El armador se dio cuenta de que tenía que actuar. Si no tomaba una decisión, llegaría un momento en que no tendría dinero para sostener el barco, a Aubrey, a los oficiales y a los marineros:  el comercio había caído a la mitad. Pero, ¿qué era más conveniente?  ¿Había que bajar la paga un 50% a todos? ¿Había que echar a la mitad? ¿Había que pasar todos a un barco que fuera la mitad de grande?

Y aquí el armador del HMS Surprise se topó con una vieja ley del mar: no se podía bajar la paga a los marineros. Entonces, el armador pensó que tenía que echar a la mitad.

La ruta Porthmouth Rio de Janeiro requería en los viejos tiempos 80 tripulantes en una fragata. Ahora, quedarán 40, pensó.

Pero había otra ancestral ley de los mares: para echar a los tripulantes, debía pagar a cada uno 45 días por cada año de dedicación. En resumen,  más o menos la paga equivalente a dos años por marinero. Era una forma de decir que los marineros contaban con dos años para enrolarse en otro barco. Era de justicia social. Bien pensado, dijeron los marineros.

Pero, claro, el armador del Surprise se encontraba con un dilema: echar a esos 40 marineros suponía dejar a su compañía marítima sin un solo doblón. Una verdadera sangría. (Podía haberlo previsto, claro, pero eso irá en otro episodio)

De modo que no solo dejó a 40 marineros en tierra, sino que decidió que a partir de ahora no contrataría ningún marinero veterano. No más marineros fijos, se entiende. Todos los que vinieran serían temporales. Grumetes. Eso quería decir que, antes de cumplirse el plazo de dos años para que un grumete se convirtiera en marino veterano, lo dejaría en tierra. ¿Por qué hacía esto? Porque le había costado tanto dinero echar a los marineros fijos (veteranos) que no quería pasar otras vez por esa experiencia.

Eso producía consternación al capitán Aubrey: justo cuando su tripulación estaba más preparada en largar cabos y preparar nudos, en calcular el derrotero con el sextante y hacer navegación estelar, entonces venía el armador y dejaba en tierra a un montón de marineros, sustituyéndolos por otros novatos grumetes. ¿Qué pasaría si algún día se enfrentaban al Acheron? ¿Con esta tropa de eternos grumetes?

Interviene el rey

El armador escuchó las quejas de su capitán. Entonces, con otros armadores fue a parlamentar con el rey. Le suplicaron que derogase la premática por la cual se debía compensar con 45 días a los marineros veteranos que perdieran su empleo.

“Majestad”, dijeron los armadores, “al costarnos menos, podremos salvar el empleo de otros marineros. Y perderemos el miedo a enrolar de nuevo porque no será tan caro despedirles. Y los marineros  estarán encantados porque si no es un armador será otro quien les ofrezca embarcarse”.

El rey aceptó, pero antes hizo esta pregunta. “Supongamos que apruebo la real orden: ¿no es verdad que puede haber armadores que aprovechen el momento para dejar en tierra a más marineros, pues ahora les costará menos dinero despedirles?”.

“Majestad”, respondieron los armadores, “nosotros hemos comprado barcos y hemos contratado tripulación para comerciar y sacar un beneficio: solo queremos ajustarnos a la verdad de la mar. Enrolaremos a más marineros, de eso no le quepa duda, cuando el negocio florezca”. (Claro, no le contaron el plan B: ¿y si no florece?).

Fue entonces cuando el rey aprobó y sancionó la real orden. Todos los marineros podían ser enrolados o dejados en las dársenas, en función de las necesidades de los armadores y su comercio. ¿El coste para el armador? Minúsculo.

¿Motín a bordo?

¿Cuál fue la reacción de los marineros? Cabreo. Inquietud. Inseguridad.

Fue entonces, cuando comenzaron los rumores entre la marinería del HMS Surprise: ¿hacemos un motín como el de la Bounty?

El capitán Jack Aubrey les pidió calma. "Si fuérais armadores, ¿haríais algo diferente?". Los marineros le miraron desconfiados. "Capitán Aubrey: ahora nos despedirán con más facilidad", gritaron.

"Puede ser", contestó Aubrey. "Pero también os pueden contratar con más facilidad".

Uno de los marineros se acercó. "Capitán Aubrey, solo nos contratarán si los armadores ven que florece el comercio con las Antillas y con Brasil. Pero el Acheron y otros barcos franceses nos amenazan: hasta que no hundamos ese barco, no tendremos la seguridad de que podremos enrolarnos de nuevo".

Aubrey miró al cielo, y asintió. "O acabamos con el Acheron, o los armadores no contratarán más marineros".

Y hasta aquí este capítulo de la reforma laboral, y su impacto en la marinería. ¿Habrá motín a bordo? ¿Contratarán más marineros? ¿Hundirán el Acheron o el Acheron les hundirá a ellos? La  solución a este enigma... se sabrá en los próximos meses.

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