OPINION

Taxistas contra Uber: ¿la última batalla o la gran oportunidad del siglo XXI?

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Ya quedaban pocas batallas por librar del mundo analógico del siglo XX contra el mundo digital del XXI.

Y la última es: los taxistas contra Uber, es decir, contra una aplicación que pone en contacto a conductores y a gente que quiere desplazarse en una ciudad. Es decir, saltándose a los taxistas.

Un trayecto del aeropuerto de Barcelona a Plaza Cataluña cuesta en taxi de 26 a 28 euros de media, según la web del aeropuerto. En Uber, entre 15 y 20 euros, según el simulador (Uber no está en Madrid). La web de Uber dice: "Mejor, más rápido y más barato que un taxi". Se comprende por qué los taxistas están tan cabreados. Ellos tienen que pagar una licencia que puede ser de 150.000 euros, ajustarse a las normas municipales del taxi, y de repente, cualquier persona con coche es un competidor.

Uber funciona de la siguiente manera: cualquier persona con un teléfono inteligente se baja la aplicación gratuita de Uber en segundos. Con un dedo indica en un mapa dónde quiere que lo recojan y adonde quiere que lo lleven. Uber le dice el coste. El cliente lo aprueba y en un plazo de cinco minutos, viene alguien, le recoge y le lleva a su destino. Pero el cliente no necesita llevar dinero en efectivo porque la aplicación se la cobra directamente a la tarjeta de crédito memorizada en la app y le envía la factura por correo electrónico. ¿Quién hace todo eso?

Un algoritmo.

El sistema Uber bonifica a los propietarios de coche, al menos en EEUU. Cualquier persona puede ganar dinero llevando pasajeros de un sitio a otro, y lo hace a un precio inferior que un taxista. Me cuesta creer lo que leí pero lo pongo por eso mismo: según The Washington Post, un propietario de coche podía ganar con Uber al año más de 90.000 dólares si trabajaba en Nueva York, mientras que un taxista solo 30.000 dólares. ¿Cómo es posible?

Porque el algoritmo es más eficaz que las teleoperadoras.

Teniendo una malla de coches en la Gran Manzana, el algoritmo, es decir, la máquina, tiene información inmediata de las peticiones y de los coches disponibles, y cruza las órdenes con enorme rapidez.

Se estima que con Uber el tiempo medio de espera de un pasajero es de 5 minutos en una de las grandes ciudades de EEUU. Vale la pena esa pequeña espera porque paga menos.

El conductor no tiene tantos tiempos muertos, ni necesita estar en una cola de taxis frente a un hotel. Todo se hace por móvil. Y los clientes dejan sus comentarios como si acabaran de salir de un restaurante. Con ello se construye el prestigio de los conductores.

Por cierto, Uber se lleva el 20% del precio del viaje. La compañía ha sido valorada por los especialistas en 17.000 millones de dólares y ya la anuncian como la próxima estrella de la Bolsa.

Según el periódico, cada mes de 2014 se han unido 20.000 conductores nuevos a Uber en todo el mundo. Los taxistas también lo han hecho. La Asociación de Conductores de Taxi de San Francisco confesó que un tercio de sus taxistas están trabajando adicionalmente para Uber, Lyft y Sidecar, es decir, para las aplicaciones de conductores. Un sueldo anual de un conductor de Uber en San Francisco puede ser de 70.000 dólares según The Washington Post.

¿Y lo que se ahorran? Un taxista tiene que pagar el servicio de radiotaxi, los impuestos y además las licencias, cuyo coste de traspaso, en Nueva York, es de un millón de dólares. Con Uber no pagan nada de eso. Solo gasolina, mecánica y repuestos. Para los taxistas europeos, ahí está la injusticia.

La batalla entre taxistas de Europa y Uber va a ser dura. Pero la pregunta es, ¿por qué tiene que ser una batalla?

Los taxistas ya ofrecen en España varias aplicaciones  como MyTaxi. ¿La diferencia con Uber? Los precios son más caros.

Creo que por mucho que protesten, no van a parar el tsunami de aplicaciones que tratan de hacer la vida más barata y más sencilla. Contra eso, no hay manifestación que valga. ¿Y por qué no unirse como han hecho los taxistas de EEUU?

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