OPINION

El imparable Leo

Pujals
Pujals

Cuando Leopoldo Fernández Pujals lanzó Telepizza en España tenía un truco para sortear a los porteros. Los empleados llamaban por teléfono a una familia y le decían que le había tocado una pizza gratis. Cuando el repartidor entraba en el edificio, metía propaganda de Telepizza en todos los buzones.

Esto me lo contó este empresario cubano-estadounidense hace 14 años.

Había nacido en Cuba y cuando Fidel Castro tomó el poder, a finales de los cincuenta, huyó con su familia a EEUU. Se hizo estadounidense y cuando fue al servicio militar, se dieron cuenta de su habilidad para el liderazgo y le nombraron tactical officer. Empezó a entrenar a soldados en Fort Belvoir y también fue a Vietnam. Era el típico sargento gruñón. Al regresar a EEUU entró a trabajar en Johnson&Johnson, y le enviaron a España. Descubrió que las pizzas podían ser un gran negocio como lo era en EEUU: " No quería llegar a viejo y afirmar: 'sabía que iba a ocurrir". No quería arrepentirse de viejo de no haber tomado esta decisión. Y lanzó Telepizza en los años ochenta.

Lo que más me sedujo de Leo fue su filosofía. Había para él dos tipos de personas: los que decían, "es que", y los que decían "hay que".

Leo prefería a los segundos porque eran como él: ejecutores. Los primeros eran los típicos quejicas.

Leo era un empresario con una filosofía norteamericana que chocaba mucho con la filosofía española del trabajo de hace 20 años. Se quejaba de que muchos padres sacaban a sus hijos de las tiendas de Telepizza porque les daba vergüenza que fueran repartidores. No lo entendía. Él pensaba que era un buen trabajo por horas que servía a cualquier estudiante para pagarse sus estudios o sus gastos.

Los primeros años de Telepizza no eran fáciles porque para los mayores de 40 años, las pizzas eran un subproducto. El mismo día en que abrió su primera tienda en el País Vasco, el restaurador Jose Mari Arzak le dijo: "El País Vasco es diferente".

Muchos pensaban que Leopoldo Fernández Pujals estaba equivocado. Pero él tenía una visión pues decía: "Una tendencia de los próximos años va a ser la comodidad. No cocinar, no lavar platos. La segunda, el ocio. Y la tercera, gastar menos en comida". Anunciaba la era de la comida rápida a precios asequibles al bolsillo. Acertó.

Su lema era "it can be done". Es decir: "Se puede hacer".

Tras vender Telepizza por 50.000 millones de pesetas (300 millones de euros), compró terrenos en España, se dedicó a los caballos y sobre todo a ayudar a la causa de la libertad de los cubanos. Recuerdo que un día me concertó una entrevista con su tío y cuatro personas más que habían estado 20 años presos en las cárceles de Cuba. Dramático.

Luego se metió en Jazztel. Muchos dudaron de que fuera un buen negocio.

Ahora acaba de vender su 14,5% en Jazztel a Orange por más de 483 millones de euros. De multimillonario a hiper millonario. Tiene 67 años. ¿Se quedará quieto?

Nadie se lo cree porque otra de sus frases, como recordaba El País en un reportaje reciente, es: "Si te paras, te pilla la sombra".

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