OPINION

Supongamos que usted es Grecia y un banquero llama a su puerta

Grecia desafía las protestas y aprueba las medidas de austeridad
Grecia desafía las protestas y aprueba las medidas de austeridad
El Gobierno de Grecia consiguió el jueves los votos suficientes en el Parlamento para aprobar unas profundamente impopulares medidas de austeridad que son esenciales para recibir nueva ayuda de los prestamistas internacionales, pese a conflictos internos

¿Qué está pasando en estos momentos en Grecia y cuál es la salida?

Supongamos que usted vive en una comunidad de vecinos llama Villa Elena. Tiempo atrás, cuando todos tenían trabajo, hicieron obras en el edificio como una piscina cubierta, jardines japoneses, gimnasio con baño turco y accesos para sillas de ruedas. Para sufragar esos gastos, ustedes pidieron dinero al banco, y el banco se lo dio sin problemas.

Por circunstancias difíciles de explicar, llega una crisis y mucha gente se queda sin empleo, a la vez que los bancos tienen menos dinero para seguir prestando. Entonces, su comunidad de vecinos descubre que debe mucho dinero y no puede pagar.

¿Qué hacer? El presidente de la comunidad de vecinos se dirige al banco y pide que le preste más dinero para seguir pagando la piscina cubierta, el gimnasio, los jardines y todo eso, ya que los vecinos tienen menos ingresos. El banco le dice, un momento: ¿cómo lo van a pagar?

Como el presidente no da muchas razones, el banco le dice que prestará con una condición: que usted cierre la piscina ya que gasta mucho dinero, que eche a los jardineros, y que para ahorrar luz, abra el gimnasio solo al mediodía. Además, le dice que suba el precio de la comunidad, y que imponga una derrama cada dos meses. Así el banco tendrá garantías de que usted va a ir pagando su deuda poco a poco.

El presidente de Villa Elena (nombre griego, por cierto) acepta porque no tiene margen de maniobra. Antes de irse, el banquero le dice: "Eso te pasa por haberte gastado la pasta en un montón de tonterías". Y el presidente le responde: "Y a ti por cobrar los intereses del préstamo gracias  a lo cual vivías muy bien".

Pero además, el banquero le dice que que cada semana un emisario se dará una vuelta por la comunidad de vecinos para comprobar si han subido la comunidad, si han recortado gastos en piscina, y si todo el mundo paga su derrama religiosamente.

El resultado es que los pensionistas que tenían una pensión mínima se empobrecen porque la derrama bimensual y la subida de la comunidad se llevan buena parte de sus ingresos. Las familias con adultos en paro tienen que llevar a sus hijos a los comedores sociales y otras se ven amenazadas por desahucios por no pagar la hipoteca. El jardín se pudre y la piscina huele a pis.

Hartos de tanto sufrimiento, los vecinos comienzan a protestar: se rebelan contra el presidente, hacen marchas nocturnas, encienden fogatas, rompen cristales, lanzan panfletos, irrumpen en casa del presidente...

Mientras tanto, el emisario del banco va soltando poco a poco el nuevo préstamo (que sirve solo pagar pagar deudas antiguas y gastos corrientes), pero la comunidad está cada vez peor. Entonces hay una junta de vecinos, todos claman contra las condiciones del banquero y su emisario (al que llaman cuervo), y dicen que quieren hacer elecciones para nombrar otro presidente.

Como usted promete acabar con esas condiciones humillantes, quitar las derramas, crear un comedor social dentro de la comunidad, obligar al banco a quitar una parte de las deudas, recontratar a los jardineros, e impedir los desahucios, la comunidad de vecinos le elige nuevo presidente.

Así que en su primer día usted pone en marcha un montón de cosas: recontrata a los jardineros, pone en marcha la piscina cubierta para que los mayores puedan nadar, abre un comedor interno para los que no tienen que comer, y crea un reglamento interno para impedir desahucios.

Para obtener dinero por la vía rápida, usted anuncia que presionará a los vecinos morosos (los de siempre) para que paguen sus deuda; obligará a los vecinos más ricos a pagar más derramas y, además, con ese dinero espera crear puestos de trabajo internos como socorristas, más jardineros, cuidadores de ancianos y monitores de gimnasio. Cuando haya más trabajo, esas personas destinarán una parte para pagar al banco, pero siempre que el banquero acepte rebajar parte de la deuda y mejorar los plazos.

Y encima le dice al emisario del banco que, si quiere cobrar algún día, tendrá que aceptar las nuevas condiciones. Ahora bien, usted sabe que se está jugando el pellejo porque si el banquero dice no, usted no va a tener dinero para llevar a cabo su plan. Pero también sabe que para un banquero, si hay algo peor que cobrar menos, es no cobrar nada.

El banquero teme que si acepta, entonces otras comunidades pueden tener la tentación de hacer lo mismo. Si hacen lo mismo, no cobra. Y si no cobra se quedará sin dinero. Si se queda sin dinero, no podrá prestar a otras comunidades, y al final el sistema se colapsará por falta del dinero.

Peor aún, muchos clientes de ese banco están viendo el panorama y empiezan a sacar su dinero para meterlo en otro banco más seguro. Peligro.

Pero el banquero también sabe que las posibilidades de cobrar el préstamo con el viejo sistema eran muy difíciles pues la comunidad se había empobrecido. Los dos tienen razón, los dos saben qué pasaría si no se mueve el dinero, a los dos les interesa llegar a un acuerdo, los dos se necesitan.

Esa es la situación actual de Grecia con las instituciones que le prestaron dinero para salir de la crisis de 2008. Necesita que le suavicen las condiciones de pago de la deuda porque literalmente el país se ha empobrecido y no puede pagarlo. Necesita que le sigan prestando dinero para poner en marcha un plan.

Por eso a elegido a Syriza, un partido de izquierdas que promete mejorar las condiciones de vida de los griegos.

Su plan consiste en subir el salario mínimo de 586 euros al mes a 751 euros; exigir a los acreedores que le perdonen la mayor parte de la deuda (que es de más de 250.000 millones de euros); repartir cupones de alimentación a quien lo necesite; proveer de electricidad gratuita a 300.000 familias en estado de pobreza; reducir el precio de gasóleo de calefacción; facilitar tarjetas de transporte a los más necesitados; dar asistencia médica gratuita a todos; volver a las leyes que impedían el despido fácil...

Para financiarlo tratará de destapar el fraude fiscal, subirá los impuestos a los más ricos, impedirá el contrabando de tabaco y alcohol, pondrá un impuesto a las residencias de lujo que no sean primera vivienda...

Syriza (como usted) cree que podrá obtener suficiente dinero para lanzar un plan de empleo público y privado que creará 300.000 puestos de trabajo, y que con la riqueza generada podrá pagar las deudas internacionales, siempre que los acreedores la hayan suavizado.

Y aquí llega la peor parte: el banquero ha echado cuentas y dice a Syriza lo mismo que le diría a usted: tus primeras medidas han sido gastar, gastar y gastar. ¿Cómo vas a sacar el dinero a corto plazo? ¿Cómo voy a fiarme de ti si en lugar de ahorrar te has puesto a gastar? Además, ya hay clientes que están sacando el dinero del banco porque temen que se colapse. Muchos de ellos son vecinos de Villa Elena. Vaya, vaya.

Pero claro, usted, como presidente de Villa Elena, se ha puesto a gastar porque era lo que había prometido (¡ah, las promesas, qué hemosas!). Piensa además, que eso traerá una ola de optimismo que volverá a poner en marcha la maquinaria económica.

Y ahora falta por ver su gran encuentro con el banquero: ¿confiará en su plan y suavizará las condiciones? ¿O le dirá que no hay tregua? Los dos se juegan mucho en esa partida.

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-De bloguero peleón a ministro de Finanzas: así es Yanis Varoufakis

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