OPINION

¿Por qué es tan difícil pillar a los corruptos?

Imaginen la siguiente situación:

Un alto cargo político importante se reúne con un empresario en un coche en un aparcamiento subterráneo. El empresario le pasa dinero. Es la comisión por haber facilitado la compra de coches para la policía, bicicletas para el carril bici, farolas o lo que sea.

El político cuenta los billetes y los dos se despiden. Luego, el político mete ese dinero en una caja fuerte en su casa. No deja ningún rastro.

Y ahora respondan a la pregunta: ¿cómo se le podría pillar?

Es muy difícil.

Cada día, miles de cargos de las administraciones tienen que tomar decisiones económicas: compras de material, de maquinaria, contratas de limpieza o  acometer un puente. La mayoría son honestos o eso suponemos.

Además, la ley de contratos públicos tiene un protocolo. También existen auditorías internas y externas (y ahora, auditorías ciudadanas). Pero a pesar de los controles, es relativamente fácil ocultar una operación corrupta como el caso descrito al principio.

Los grandes casos de corrupción se han levantado porque alguien dentro de la cadena acaba confesando: el caso Gürtel lo destapó un ex edil de Majadahonda que grabó las conversaciones con Francisco Correa, quien se jactaba de tener a sueldo a un montón de gente y de pagar cientos de miles de euros en mordidas.

El caso de los EREs de Andalucía lo destapó un empresario cabreado porque dos políticos le pidieron dinero a cambio de una subvención.

El siguiente paso es la puesta en marcha una investigación por la Policía, la Guardia Civil, la UDEF, la UCO, Aduanas o Hacienda lo cual supone movilizar a enormes equipos de medios y personas. Se dedica tiempo. Se pinchan teléfonos. Se siguen rastros informáticos. Se accede a cuentas corrientes. Se piden comisiones rogatorias a otros países.

Y al final se pilla al corrupto.

Pero no nos engañemos: la mejor forma de cortar con la corrupción es tener ciudadanos honestos, políticos honestos, empresarios honestos que no se dejen corromper.

Y los hay.

Voy a poner un ejemplo: el fraude destapado en la Banca Andorrana por los servicios de inteligencia financiera de EEUU (que afectó a Banco Madrid) nació de un camarero que trabajaba en un hotel de París. Un cliente venezolano chavista y borracho le extendió un cheque por 100.000 dólares, como propina. El camarero lo podía haber guardado pero se fue a su jefe y le dijo que ahí había algo raro.

El jefe dio aviso a la policía. La policía rastreó el origen de los fondos y al final dio con un Banco en Andorra que lavaba dinero ilegal.

Todo gracias a un camarero honesto.

Eso es lo que necesitamos: gente honesta.

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