OPINION

Conversación con un modesto librero que descubrió las ventajas de internet

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Hace poco localicé un libro en internet que me interesaba y, en lugar de adquirirlo por esa vía, me fui a comprarlo directamente a la librería.

Le pregunté al librero qué tal le iba vendiendo libros por internet y se le encendió la cara. Estaba muy contento.

Había abierto la librería en septiembre del año pasado y era nuevo en esto porque se ganaba la vida como profesor. Se dio de alta en cadenas de ventas de libros por internet como Iberlibro y Unilibro, y ahora estaba tratando con Amazon a ver cómo se le daba.

Le pregunté cuántos libros vendía al mes por internet y me dijo que unos 300. Poniendo un precio medio de 5 euros, eso hacían unos 1.500 euros de ingresos. Luego, había que añadir las ventas directas en la tienda.

La calle donde está ubicada la tienda no es muy céntrica. Es un barrio de tiendas pequeñas sin mucho glamour. Pero a internet eso le da igual porque tu escaparate da al planeta.

El librero me dijo que cuantos más libros tuviera almacenados, registrados y expuestos en internet, más vendía. Que era progresivo e imparable. Al principio empezó con pocos libros, pero tras comprar bibliotecas de personas que deseaban desprenderse de libros, ya poseía un stock de unos 9.000.

Eso quería decir que dentro de un año, si duplica su almacén, podría estar vendiendo entre 2.000 y 3.000 euros al mes. "Internet es una maravilla", dijo feliz.

El librero vendía a todas partes del mundo. Mucho a Latinoamérica y a Europa. Y hasta creo que me dijo a la India. En España vendía sobre todo a Cataluña. "Son las ventajas de tener el tercer idioma más hablado del planeta", le dije. "Si vendieras libros en serbo-croata tendrías un mercado muy pequeñito".

Los libros más vendidos por internet no son novelas sino libros más especializados: ensayos, filosofía, historia, ciencia... Los precios que yo vi eran bastante buenos. Eran libros de segunda mano, algunos subrayados procedentes de estudiantes que terminan sus cursos universitarios, y estaban en buen estado.

Hace años, alguien que viviera en un pueblo y quisiera un libro, tenía que irse a una ciudad a comprarlo. Ahora lo puede hacer desde cualquier parte del mundo con internet, me dijo.

El librero había llegado a un acuerdo con Correos de modo que cada envío a España solo añadía 1,5 euros al coste final. Esta librería, pequeñita, está en Madrid y muchos clientes madrileños, con esos precios de envío, preferían encargar el libro y recibirlo por correo porque ya un viaje en Metro de ida y vuelta les cuesta más.

La moraleja de todo esto es que internet es una ventana fascinante para alguien que profese amor a los libros. Para las pequeñas librerías se puede convertir en una fuente notable de ingresos. Lo único fastidioso es etiquetar cada libro que llega, y subirlo a la base de datos de las grandes operadoras de libros como Iberlibro.

Pero resulta que este librero ya iba a contratar una persona joven para que le ayudara a etiquetar los libros, con lo cual, está creando un puesto de trabajo adicional. Lo mejor de todo es que antes, cuando llegaba agosto, las librerías cerraban, no obtenían ingresos pero seguían pagando los gastos corrientes. Ahora, la librería puede seguir funcionando en agosto "y hasta en los fines de semana".

Sabemos que internet ha supuesto una conmoción: el pirateo ha causado un enorme daño a las editoriales y a los autores. Pero también muestra el camino de salida a los pequeños libreros.

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