OPINION

¿Por qué la izquierda es rebelde y la derecha es fiel? Ventajas e inconvenientes

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MADRID. 30.10.2015. Pablo Iglesias, de Podemos, durante la rueda de prensa que ha ofrecido después de su reunión en el Palacio de la Moncloa con Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA

¿Por qué la izquierda es rebelde y la derecha es fiel? Me refiero a los votantes, a los militantes, a los grupos y formaciones, a los miembros del partido. ¿Por qué?

Los sociólogos dicen que hay una actitud natural en el votante del conservador: no sólo suele ser más fiel a su partido, sino que es más fiel a la pirámide de mando. Hay que obedecer al jefe. Quizá no tenga la razón. Quizá sea un memo. Pero es el jefe y hay que apoyarle y seguir sus instrucciones. Es el principio de la autoridad. Apoyar a todos los jefes. Al principio se puede debatir cualquier cosa, pero una vez tomada una decisión, se obedece al responsable. Es su forma de entender la democracia.

¿Cuáles son las razones de este comportamiento? Puede ser porque el votante medio se haya educado en colegios concertados o privados donde impera más un sistema jerárquico; puede ser que provengan de familias más católicas donde la religión impone cierta disciplina (en misa, nadie levanta la mano para opinar); o puede ser que provengan de familias militares, donde la disciplina no se discute; o bien de pymes donde la propia supervivencia de la empresa distribuye roles con estructuras de mando y obediencia porque si no, eso no funcionaría...

El caso es que el votante conservador suele comportarse con más disciplina. No hay asambleas para decidir hasta el color de las cortinas, no hay agrupaciones que discutan día y noche las reglas, no hay debates ni mociones para reformar los estatutos. Hay lo mismo que en todos los partidos: rumores, críticas, cabreos, puñaladas grandes y pequeñas... Pero a la hora de ponerse a trabajar, se hace lo que dice el jefe. Es un modelo más operativo porque está más unido. Su lema podría ser la frase de Goethe: "Prefiero la injusticia al desorden".

Pero es un modelo que puede degenerar en servilismo. La famosa obediencia ciega. Tanta fidelidad al jefe puede conducirles al abismo si el jefe se vuelve loco. Pero tiene la ventaja de que no hay que estar todo el día fundando el propio partido.

¿Y qué pasa en la izquierda? Para empezar, es un voto más infiel. Cuando el elector está desencantado, deja de ir a las urnas. Se produce más abstención, y entonces gana la derecha.

El activista, miembro del partido o militante de base, es partidario de organizarse en asambleas para que se escuche su voz. Impera el principio de igualdad: una voz vale como la de cualquiera. Y sí: se puede discutir de todo. De hecho se discute de todo, desde las cortinas, hasta los estatutos, o las iniciativas.

Todos participan en movimientos asamblearios donde, para ellos, se ejerce la verdadera democracia: debates, discusiones, propuestas, nuevas discusiones, propuestas nuevas, aclaraciones, mociones, reconsideraciones... Y sobre todo, votaciones.

Las bases están permanentemente alertas, vigilando lo que se hace 'allí arriba'. Para empezar, porque no están dispuestos a que nadie les pise ni abuse de sus derechos. Este régimen se traduce en una movilización permanente, más activismo de base, más implicación de los militantes, más acción.

Las razones que hay detrás de todo esto pueden ser los colegios y universidades públicas, donde no hay unas creencias fundamentales, sino un servicio educativo; las familias más laicas; las clases más trabajadoras porque son más débiles y suelen estar más sindicadas en las empresas para defender sus derechos...

El inconveniente es que esos movimientos y partidos están permanente sentados sobre una bomba: agrupaciones que se rebelan, otras que se desvinculan, otras que se oponen al mando central... Lo que les da su esencia activista y democrática, es lo que les impide permanecer unidos con el mismo pegamento que los conservadores. Es un modelo menos operativo. Pero tiene la ventaja de que el jefe no hace lo que le da la gana sin consultarlo, todos son iguales y no existe servilismo.

Si uno echa un vistazo a la política española ahora, comprueba que en el PP, a pesar de la situación, se escucha que nadie discute a Mariano Rajoy. Discutir en el sentido de que es el líder, el mejor candidato, y el que debe ser presidente.

Si ponemos el caso de Ciudadanos, que es un partido más centrista alimentado con votantes y militantes del PP desencantado, se sigue el principio de fidelidad a la jerarquía. Se puede discutir y debatir, pero cuando no hay una permanente rebelión de las bases.

En el caso del PSOE, existe el claro desafío de Susana Díaz al secretario general, Pedro Sánchez. Es más, el Partido Socialista de Cataluña en realidad es 'otro' partido. Y el resto de los representantes están agrupados en federaciones, que en teoría, son independientes.

En el caso de Izquierda Unida, ha habido rupturas tan fuertes como la Federación de Madrid que se disolvió tras la expulsión en masa de los militantes por rebeldes. Les pasó lo mismo en con Ezker Batua, la federación vasca, de la que se desvincularon en 2011.

Y en el caso de Podemos hay un verdadero incendio: Cantabria y Galicia lo llevan dos gestoras porque no hay un jefe; Cataluña está a la espera de celebrar primarias para elegir jefe; Rioja no tiene jefe porque fue destituido; las alianzas con las Mareas y Compromís se tambalean porque cada una 'tiene su voz' y quiere hacer valer su fuerza.

Como diríamos vulgarmente, parece una jaula de grillos.

Lo curioso es que esto recuerda mucho al esquema de la Guerra Civil. Cuando estalló la contienda, había en ambos bandos grupos diferentes con su propio poder. En el bando franquista, se unificaron y se hizo caso al principio de que 'el jefe es quien manda'. Eso les ayudó a estar mejor organizados, como muestra el libro de José Angel Sánchez-Asiain sobre La financiación de la Guerra Civil.

En el banco republicano, estaban en constante rebeldía. Todos querían mandar, todos querían dirigir, y algunos casos terminaron en purgas internas, como muestra cualquier libro de historia.

En resumen, no hemos cambiado nada.

-Un libro escrito por un banquero explica por qué Franco ganó la Guerra

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