OPINION

El síndrome del Muro de Berlín sigue existiendo entre muchos nostálgicos

muro berlin
muro berlin

Una mujer sufre un infarto poco antes de que caiga el Muro de Berlín. Cuando despierta, el médico recomienda a los hijos no causarle muchos sustos. La mujer es furiosa militante del Partido Comunista y no sabe que la República Democrática de Alemania (la comunista) ha cambiado.

Para evitarle el susto de enfrentarse a la nueva Alemania, los hijos le recrean una realidad fantástica: por ejemplo, la mujer ve en TV que ha caído el Muro, y los hijos le dicen que millones de personas han roto el Muro de Berlín para entrar en la Alemania comunista. No al revés.

La mujer solo se entera de la realidad cuando sale de su casa y ve cómo un helicóptero lleva la estatua de Lenin a un almacén de desechos.

Es es el argumento de Good bye Lenin, una película alemana que describía bastante bien la irrealidad en la que vivía mucha gente en Europa.

Para mí, esa era la metáfora de los comunistas españoles de entonces. Pensaban que detrás del Muro, en la Europa comunista, se vivía de cine. Sufrían el síndrome del Muro de Berlín. O sea, el Muro no era para evitar que escaparan los ciudadanos que vivían en los países comunistas, sino para contener a los que queríamos entrar. Ya.

No querían ver la realidad hasta que en 1989  contemplaron por televisión a millones de personas celebrando el fin de aquellos infiernos.

¿Desapareció entonces el síndrome del Muro? Ni mucho menos. La izquierda europea lo sigue añorando a escondidas. Podemos está lleno de admiradores. Y así todos los partidos comunistas.

Hoy se cumple el aniversario de la construcción del Muro. Aquel 13 de agosto de 1961 se empezaron a poner en Berlín bloques y cementos, alambradas de espinos, cercas electrificadas, garitas con vigilantes y nidos de ametralladoras para evitar que la gente escapara hacia la libertad.

Yo presencié conversaciones en la universidad en los años setenta y ochenta de gente que nos trataban de convencer de que los sistemas en Occidente caerían por la fuerza de la gravedad histórica, y que la felicidad estaba detrás del Muro. Conocí también a personas de buen corazón que viajaron a la Alemania del Este para trabajar en verano y construir el socialismo marxista.

No les critico. Los seres humanos necesitamos ideologías y religiones. Cualquier antropólogo sabe eso. Pero debe llegar un momento de epifanía en el cual el ser humano debe poner en duda sus ideas si los hechos le están enviando mensajes alarmantes. Es el momento de la revelación.

A muchos aún no le ha llegado y siguen sufriendo el síndrome. Ahora es con Venezuela. Algunos todavía con Cuba.

Su problema es que no están contentos con su sistema de vida occidental. Lo entiendo. Yo critico muchas cosas y tengo muchas dudas.

Nuestros sistemas occidentales no tienen respuestas para todas las preguntas. Pero en el comunismo ni siquiera te dejaban preguntar. O peor, te impedían salir si el sistema te parecía repugnante.

Mostrar comentarios