OPINION

El periodista gallego que conoció en persona al emperador de Japón

augusto assia
augusto assia

El emperador Akihito de Japón ha insinuado que puede abdicar. Ha sido noticia en todo el mundo. Primero porque es una conmoción en un país donde se le venera como una figura casi celestial. De hecho, la palabra tenno, que nosotros traducimos como emperador, significa 'soberano celestial'. Y segundo, porque este hombre solo se ha dirigido dos veces a sus súbditos por televisión.

Debido a ese trato magnifico, muy pocas personas pueden acceder al emperador de Japón. Tradicionalmente son casi inaccesibles.

El padre de Akihito fue el famoso emperador Hirohito, en quien descansa el peso de la entrada en combate de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

Alrededor de Hirohito hay una de las historias más desconocidas y llamativas del periodismo español. Resultó que durante la guerra mundial, los servicios de inteligencia japoneses trataban de obtener información precisa sobre lo que estaba pasando en Europa, ese continente remoto. Por un lado, la obtenían de sus aliados, los alemanes, y por otro, de sus propios medios.

El problema era que ambas fuentes no eran muy fiables. Durante las guerras, la prensa se convierte en una de las primeras víctimas. Los gobiernos manipulan las noticias apoyándose en cuestiones de defensa nacional.

Para obtener una información fiable, los servicios secretos japoneses se fijaron en los periodistas de países neutrales, que a su vez tenían gran capacidad de análisis y buenas fuentes de información.

Y así encontraron unos despachos que se publicaban en el diario La Vanguardia firmados por su corresponsal en Londres. Se llamaba Augusto Assía, pseudónimo de Felipe Fernández Armesto.

Este periodista había nacido en La Mezquita, en Orense, en mayo de 1904. Escribió de joven en El Pueblo Gallego, y luego fue a Paris en 1927. Al año siguiente viajó a Berlín, a estudiar gracias a una beca. Empezó sus colaboraciones con La Vanguardia por esas fechas.

Em 1933 el gobierno de Hitler llegó al poder, y Assía abandonó el país, en teoría expulsado por Goebbels. Cubrió la Guerra Civil desde el lado de Franco y al terminar la contienda viajó a Londres, donde se convirtió en corresponsal de La Vanguardia.

Desde que estalló  la Segunda Guerra Mundial, Assía creyó en la victoria de los aliados. Enviaba crónicas llenas de datos y razonamientos, sin saber que los servicios secretos japoneses lo leían diariamente, y que pasaban un informe al emperador Hirohito.

Al terminar la guerra, Assía decidió dar una vuelta al mundo. Cuando pernoctó en Japón recibió un mensaje del mismo emperador. Lo quería ver.

Assía, desconcertado, fue a cumplir su deber, y fue entonces cuando el emperador le dijo que leía sus crónicas todos los días, y que era el analista más acertado de todos los que leía durante la guerra.

Pocas veces un periodista había tenido acceso al emperador. En este caso le tocó a un periodista gallego.

Assía volvió a España y estuvo escribiendo libros de memorias, entre  ellos uno titulado Mi viaje por el mundo, donde cuenta su encuentro con Hirohito. Siguió escribiendo para la prensa.

En 1967 el periódico gallego para el que escribía Assia recibió una fuerte multa del ministro Fraga Iribarne por publicar un artículo en gallego pidiendo la equiparación del gallego al castellano. Era un artículo de Assía.

Falleció en 2002 en Xanceda, La Coruña, en una hacienda que había comprado.

Uno de sus hijos es el historiador Felipe Fernández Armesto. El otro es Juan Fernández Armesto, abogado, y ex presidente de la CNMV.

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