OPINION

Los toros: un espectáculo que será sepultado por el seguro del hogar

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Un periodista español se fue una vez a cenar con varios periodistas italianos a un restaurante de Roma. Al español le gustaban los toros.

Al salir el tema, los italianos criticaron este espectáculo "donde se matan toros de forma tan cruel", y mientras tanto el español aguantaba el chaparrón.

En un determinado momento, el español preguntó: "¿Qué tal las gambas?".

"Muy buenas", dijeron los italianos, mientras se las comían. Entonces el periodista español volvió a preguntar: "¿Sabéis qué les hacen antes de servirlas? Las matan vivas poniéndolas en una olla a hervir. ¿Me queréis decir qué diferencia hay entre una gamba y un toro?".

Y esto es todo lo que recuerdo que me contó este periodista.

Lo que el periodista quería revelar es si tenemos el mismo criterio para criticar los toros, que la muerte de las gambas. No es lo mismo, dirán muchos, porque a las gambas no se las tortura antes de morir, pero eso es muy fácil de decir cuando a uno no le ponen en una olla hirviendo.

¿A qué viene esto?

A la decisión del Tribunal Constitucional que ha sacudido todo el país: no se pueden prohibir los toros en Cataluña. El parlamento de Cataluña las había prohibido hace cinco años por la misma razón que esgrimían los italianos.

Pero el Constitucional piensa que las leyes estatales españolas consideran a la tauromaquia como un patrimonio nacional, y por tanto ninguna comunidad tiene competencias sobre esa materia.  No es que les guste o les disgusten los toros al tribunal. Es que ha interpretado la ley.

A mí no me gustan los toros. No me gusta lo que se hace con el Toro de la Vega en Tordesillas, ni con los toros en muchas localidades de España. Son contadas las veces en que he ido a una corrida, siempre invitado.

Pero cuando fui a ver una corrida de toros por primera vez, sentí como si estuviera viendo un auténtico espectáculo de nuestros antepasados.  Cuando digo esto sé que muchos antitaurinos se echarán a reír, pero mirando la imagen de arriba creo que es bastante acertado.

Vivimos en el mundo de los seguros de vida, de los viajes organizados, del bienestar, de las pensiones y de los retiros pacíficos en la playa. Todo está previsto y controlado. Hasta nos podemos hacer un seguro para el día de nuestro ocaso. Sentimos aversión al riesgo y a lo imprevisto.

La tauromaquia es todo lo contrario. Un señor se enfrenta a la muerte en la era en que todo parece asegurado.

No pido con esto que se hagan amantes de los toros porque yo no lo soy. Pero les pido que vean que, junto con el teatro, ir a los toros es de los pocos espectáculos que nos quedan nuestros antepasados europeos.

Temo que desaparecerá tarde o temprano, porque la filosofía del riesgo no encaja con la era que quiere evitar el riesgo. Será sepultado por el seguro del hogar.

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