OPINION

Los servicios de inteligencia están inermes ante atentados hechos con furgonetas

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Era casi un milagro que no se registrara en España un atentado terrorista del estilo que han sufrido otras ciudades europeas en los últimos años. Ello se debía al desmantelamiento temprano de las células terroristas por parte de nuestros servicios de inteligencia y de seguridad, de lo cual los españoles se han enterado casi de oídas.

España estaba en un nivel de alerta de cuatro sobre cinco, alto, lo cual según la web de Interior cubre lo siguiente:

Instalaciones, redes, sistemas y equipos físicos y de tecnología de la información sobre las que descansa el funcionamiento de los servicios esenciales.

Centros y organismos públicos u oficiales, así como cualesquiera otros activos, ya sean personas, bienes, servicios, tecnología de la información u otros intangibles, cuya destrucción, ataque o degradación suponga un daño importante conforme a la valoración ponderada de los siguientes criterios: daños a la vida humana, vulneración de derechos fundamentales, afectación al normal funcionamiento de las instituciones o de los sectores estratégicos, afectación al orden público o la convivencia, impacto público, social o simbólico y pérdidas económicas o patrimoniales.

Desde que se instauraron los niveles de alerta en 2005, nunca el nivel máximo había pasado de 2 hasta que en solo un año, en 2015, ante los atentados en otras partes del mundo, pasó al 3 y luego al 4 en pocos meses.

Se notaba una enorme presencia de policía en los sitios estratégicos. Pero, ahora, que ya es una realidad, hay que preguntarse hasta qué punto sirven los niveles de alerta cuando es tan fácil atentar con un cuchillo o con una furgoneta, y que cualquier presencia policial es escasa ante los terroristas.

¿En qué van a cambiar las cosas a partir de ahora?

La primera consecuencia es el aumento de fuerzas de seguridad en las zonas más turísticas de España y en los centros de transportes. Cualquier precaución es insuficiente precisamente porque la facilidad con la que una célula terrorista puede causar estragos con muy poca inversión de medios técnicos, y sobre todo, porque están dispuestos a morir en el intento.

La segunda es que, aunque no lo notemos, los servicios de inteligencia tendrán que ser reforzados. España cuenta con uno de los mejores servicios de inteligencia antiterroristas del mundo, debido a los azotes que hemos sufrido con ETA, primero, y luego con los atentados del 11M en 2004.

En tercer lugar, el español será consciente de que, al menos en estos momentos, tendrá que sacrificar parte de su libertad personal para velar por su propia seguridad. Eso supone más cacheos en los aeropuertos, más controles y más restricciones.

La cuarta es la reacción biológica ante lo que parezca un terrorista. Ha pasado en otros países y aquí también. Las minorías musulmanas estarán en el punto de mira de muchos, pagando justos por pecadores.

La quinta es que los españoles tendrán que acostumbrarse a una guerra larga e inesperada. No hay un frente de combate, no hay ejércitos realizando grandes movimientos. No hay armas potentes. Solo hay individuos que pueden causar una ola de pánico nacional con un movimiento relativamente pequeño.

El atentado tendrá otras consecuencias que conoceremos con el tiempo. Habrá consecuencias económicas, políticas y sociales, pero de eso es mejor no hablar porque con el atentado tan fresco, solo podemos pensar en las víctimas y en sus familiares.

(La imagen de arriba es un pantallazo de la portada de la web de Bild, el diario de mayor tirada de Alemania. Las imágenes de Barcelona dieron la vuelta al mundo y estaban en todos los medios y en los telediarios).

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